Di que paraste el tiempo y nada sucedió.

A ese duende tan pequeño que ocupó un lugar tan grande:

Te echo de menos todos los días, la gente no es tan genial como creíamos y caminar sola por este mundo es demasiado díficil, cada vez más.
Sé que cumpliste tu función y que hoy en día nadie dejaría que estuvieras conmigo a todas horas, pero te pido que sigas apareciendo de vez en cuando, como hasta ahora. Quiero que estés en las discusiones y acabarlas con una sonrisa, que conviertas en juegos los problemas, que hagas que las normas dejen de importar, que rompas lo escrito, que nos enseñes a pasarlo bien volviendo a ser niños por unos minutos.
Recuerdo cuando te fuiste, todos me decían que era una nueva etapa y que tenía que aprender a vivir sin mi Duende. Era hora de madurar, de hacerme más independiente, de enamorarme, de hacer nuevos amigos, de crecer.
Crecer, ahora llaman así al momento en el que un niño deja de creer en la magia.
Es muy triste, cada vez quedan menos duendes, ya ni siquiera los niños tienen el suyo. Jugar con un ordenador es mejor que correr en la calle, ser mayor es más divertido que ser princesa o astronauta por un día. Yo sigo sin creérmelo.
El mundo ha cambiado mucho y no nos va nada bien. Creo que lo único que hace falta es que vuelvas, que los niños vuelvan a ser niños y que la magia se respire al salir de casa.
Te espero, nunca dejaré de hacerlo.